Convento de San Fransisco
Fuente: Fotografia de David Sasintuña
Su convento es muy atractivo porque en sus claustros se hallan pinturas y esculturas de la escuela quiteña, además porque ellos fueron testigos de la vida social e intelectual de los primeros años de la ciudad de Quito como centro urbano de los Andes. Detalles
Capilla de Cantuña:
A un costado de la iglesia se encuentra la Capilla de Cantuña, con hermosas esculturas. La riqueza actual de la capilla debe mucho a Bernardo de Legarda, procurador de la comunidad hacia 1762, obra suya es el retablo central. Esculpió columnas, paños, friso, cornisa, arco, remate y elementos ornamentales, con empeñada maestría y alojó en nichos y repisas hermosas esculturas.
La Impresión de las llagas de San Francisco, es una de las obras maestras de Caspicara, muestra la expresión del santo.
Leyenda:
Por una piedra Cantuña salvó su alma.
Eran los primeros años de la época colonial. Las plazas e iglesias de Quito iban tomando forma. Una de ellas era la de San Francisco cuyo atrio estaba siendo construido bajo la responsabilidad de un nativo llamado Cantuña. El tiempo pasaba y el atrio no se concluía. Los patronos le amenazaron con encerrarle en prisión si no cumplía la obra en el plazo acordado.
Un día, el indio regresaba a su casa y al pasar por el sitio de la obra inconclusa, de entre un montón de piedras emergió una figura vestida todo de rojo, con una nariz puntiaguda y una espesa barba. El ambiente olía azufre y la voz ronca del personaje se identificó:
- Hola Cantuña, ¿no me reconoces? Soy Satanás, te vengo a proponer un negocio: Solo yo puedo terminar el atrio de la iglesia antes de que salga el sol, claro que en pago a este favor tú me entregarás el alma. ¿Aceptas?
Cantuña, que veía imposible terminar la obra, dijo:
- Acepto, pero si una sola piedra falta en el atrio antes de sonar las campanas del Ave María, el trato se anula.
Satanás aceptó la condición del desesperado indio y en seguida miles de diablillos ascendieron desde el infierno para colocar las piedras de la plaza. Cantuña miraba desde lejos, apesadumbrado por el miedo y el remordimiento.
Sonaron las campanas del Ave María y las primeras luces del amanecer iluminaron el atrio de San Francisco. El diablo se frotaba las manos satisfecho mientras Cantuña paseaba por la plaza. De pronto el rostro del indio brillo de emoción. Una piedra, una sola piedra había faltado.
Una sola piedra faltante había salvado el alma de Cantuña. La cual presuntamente había escondido el mismo.
Luego de esto Satanás desapareció enfurecido y solo dejó tras de sí un espeso olor a azufre.
Fuente: Información de Viajandox. Recuperado de: https://www.ec.viajandox.com/quito/iglesia-san-francisco-de-quito-A108
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